La conservación o reelaboración de los documentos pictográficos
indígenas prehispánicos durante el periodo colonial se debe a
distintas razones. Por un lado es parte constitutiva de una vasta
empresa de conocimiento del “otro” indígena orquestada por los
frailes con el fin de evangelizarlo mejor o de escribir su historia.
Por otro, corresponde a un afán de dar a conocer al rey de España
y autoridades de la Nueva España productos culturales autóctonos.
Se sitúa también en un contexto de reivindicación histórica por
parte de indígenas y mestizos frente a la cultura del invasor.
Por fin, se inscribe en el marco de conflictos de tierras o de
reivindicación de linaje por parte de grupos o de particulares
indígenas.
No sabemos a ciencia cierta cuál fue la razón por la cual se copió
o reelaboró el documento pictográfico indígena aquí referido y cuya
copia facsimilar se publica ahora. Trataremos de dar una respuesta
a esta interrogante después de haber descrito dicha copia.
Hecho con papel indígena, el Códice Boturini o Tira de la
Peregrinación es una tira de 5.49 m dividida en 22 láminas de
19.8 cm x 25.5 cm, pintadas por un solo lado. El documento no parece
haber tenido elementos cromáticos más que la tinta negra (tlilli)
correspondiente al trazo de las figuras. El color amarillento de las
láminas y algunas partes más blancas corresponden al envejecimiento
natural de un papel que había sido ungido de gis (tizatl) según
la tradición indígena de elaboración de libros pictográficos.
Algunas láminas, como la lámina VII, parecen haber tenido elementos
pictográficos que fueron borrados. En varias láminas, se observan
anotaciones alfabéticas en náhuatl que glosan glifos toponímicos,
antroponímicos o buscan esclarecer algunas secuencias pictóricas.
Un margen dorado enmarca las láminas del códice desde la primera
lámina hasta la última. Este margen está bien conservado en ciertas
láminas mientras que en otras está desgastado, o el pigmento se derramó
ligeramente sobre la lámina. Parece corresponder en todo caso al contexto
específico de elaboración del códice y consagra quizás el fin de su
realización. La idea de enmarcar de esta manera el documento pictórico
corresponde evidentemente a una estética colonial de presentación y no
al pensamiento indígena.
Si bien las láminas no constituyen unidades a nivel de progresión narrativa,
ya que muchas secuencias “desbordan” el marco de una lámina y se deben de
leer de manera sinóptica con otras, sí representan unidades de expresión
en términos plásticos. Esta conjugación de lo plástico y lo narrativo
determina, en última instancia, la originalidad del documento y de la
versión que propone.
El documento es trunco. En efecto, la Peregrinación se interrumpe
bruscamente, en la lámina 22 del códice, cuando los mexicas, a petición
de los colhuaques, salen a pelear contra los xochimilcas. Permanece
únicamente un tercio de lámina en la que figuran dos mexicas provistos
de cuchillos de obsidiana y de sacos para poner “las narices” de los
prisioneros que van a capturar. Más que mutilado, el documento parece
inacabado por razones que trataremos de dilucidar adelante.
Integrado a la sección “Mapas” en el rubro “Historia Mexicana” del catálogo,
el Códice Boturini es descrito por aquel que todavía era su dueño:
Lorenzo Boturini Benaduci de manera sucinta:
Un mapa de papel indiano con pliegues à modo de una pieza de paño, y se
entiende como una faxa, dirèmos que representa como 23 paginas. Pinta la
salida de los Mexicanos de la isla de Aztlan, y de su llegada al
continente de la Nueva España, con las mansiones, que hicieron en cada
lugar, y los años de ellas, significados en sus caractères; y por fin,
las guerras que siguieron en servicio de Cocoxtli Rey de
Culhuàcan. 1
Ahora bien, la referencia que hace Boturini a “las guerras que siguieron en
servicio de Coxcoxtli” y que corresponde a la última lámina, podría hacer
pensar que había entonces todavía algunas láminas que expresaran
pictográficamente dichas guerras contra Xochimilco. Es probable, sin embargo,
que Boturini conociera la historia de los mexicas a través del Códice Aubin
y otros documentos de su propia colección, y describiera de esta manera la gesta
que sugería el desplazamiento de los dos personajes en el fragmento de la última
lámina.
La descripción del códice que figura en el índice del inventario de los documentos,
recogidos a Don Lorenzo Boturini por orden del Gobierno Virreinal y realizada
en los años 1745-1746, termina de hecho en Colhuacan:
“Los caracteres que en este Mapa se contienen, denotan que los primeros
Fundadores de estas Lagunas vinieron de Partes muy remotas, y que pasaron
algún estrecho de Mar, según la figura que se halla remando en un Barco, y
que donde hicieron la primera mansión fue en Culiacán, y después de allí
caminaron haziendo las mansiones como los hijos de Israel, quando salieron
de la Captiuidad de Egipto para la tierra de Promision: hallanse figuradas
a cada dos planas de dicho Mapa el camino que traxeron hasta dar a las orillas
de estas Lagunas en el Paraje nombrado Chapultepeque, donde oy se sitúa el
Real Alcasar; en el se figuran también los Encuentros que tubieron con las
de Culhuacan, que pareze fueron los primeros que Poblaron donde hoy se Citúa,
dos leguas al sur de esta Corte, vna de las otras Naziones que mas por extenso
explican las Historias mexicanas, entre ellas con grande extensión torquemada
y Betancurt”.2
- El margen dorado
El margen dorado ya evocado corresponde sin duda a un afán colonial de enmarcar
algo considerado como bello o por lo menos de valor. Dicho marco podría haber
sido realizado posteriormente y no correspondería al contexto específico de la
elaboración del documento pero, por el envejecimiento del pigmento dorado, todo parece indicar que es contemporáneo a la hechura del códice.
Las láminas del documento fueron enmarcadas hasta el tercio de la lámina final,
lo que muestra que, cuando se hizo, se consideró el trabajo (mas no el códice)
como acabado.
En la última lámina del códice se encuentra una etiqueta con letras impresas,
recuerdo de su exhibición en Londres en 1824, que expresa lo siguiente: “A
very fine Aztec Manuscript on maguey in 21 folds, or leaves, on which are
depicted the migrations of that extraordinary people; it is considered in
Mexico as the most perfect and valuable one of the kind extant”.3
Cabe mencionar aquí que el códice no está hecho con fibra de maguey como lo
indica la etiqueta en inglés sino con papel de amate.
Si consideramos la imagen correspondiente a la última lámina (o mejor dicho,
al fragmento de lámina), queda claro que no había nada pintado a la derecha
de los dos personajes que se dirigen hacia Xochimilco. Es probable por tanto
que la elaboración se haya interrumpido y que no haya habido una mutilación del códice.
Por otra parte, si la intención hubiera sido mutilarlo por la razón que fuera,
es también probable que la última lámina entera hubiera sido arrancada en el
pliegue con la lámina anterior y no en una parte donde es más difícil cortar la fibra vegetal.
Si el texto pictórico correspondiente a la última lámina no fue acabado, quedaba
un espacio vacío que se consideró quizás inútil o poco estético conservar si se
iba a enmarcar el documento. Esta podría haber sido la razón por la cual se cortó
la última lámina en esta parte mediana con el fin de preservar la imagen de los
dos personajes.
La interrupción en la manufactura del códice podría haberse debido a problemas
económicos, a una prohibición de proseguir con el trabajo por parte de las
autoridades competentes, a la deserción o el fallecimiento del tlahcuilo
encargado del trabajo o del informante, a la pérdida del libro indígena a
partir del cual se elaboraba la copia, etcétera. Cabe recordar que,
precisamente en 1576, hubo una epidemia de cocoliztli que segó
la vida de muchos indígenas.
Ocurre además un cambio drástico en la semiología de la imagen en la
penúltima lámina del códice. En efecto, los diálogos que hasta este
momento no se encontraban consignados pictóricamente y remitían a la
oralidad, se ven pintados con detalles discursivos que remiten a la expresión
oral. Consideraremos este punto en el estudio de la lámina XXI. Por éstas
y otras razones que consideramos adelante, es probable que el códice
se pueda considerar como inacabado.
El hecho de que el documento esté inacabado puede hacer pensar que
faltó “aplicar los colores” una vez que los trazos estuvieran
terminados. En efecto, la mayoría de los códices de inspiración
prehispánica tienen elementos cromáticos que conforman su discurso
pictórico. En el Códice Mexicanus, por ejemplo, sólo las
primeras láminas tienen colores lo que manifiesta probablemente un
estado inacabado más que una modalidad expresiva. En el Códice
Xólotl, además del color azul del lago de Texcoco en ciertas
láminas, permanecen algunos pigmentos que muestran sin embargo que
la aplicación de los colores no fue sistemática.
En el Códice Azcatitlan, con excepción de la lámina 5, los
colores se reducen a unos tonos amarillentos y cafés, y a la
aparición esporádica de tonos rojos en el cabello de ciertos
personajes.
Otra explicación sobre la ausencia de color podría ser el hecho de
que el relato pictórico de la Peregrinación en el Códice
Boturini fuera expresado intencionalmente mediante el trazo
(tlilli) sin que se contemplara una coloración (tlapalli)
de elementos delimitados.
Cabe preguntarse, en efecto, si la ausencia de elementos cromáticos
en el Códice Boturini no corresponde a un estilo pictográfico
específico, propio de ciertos géneros expresivos (como lo es por
ejemplo el género mítico-histórico). De ser así, el trazo tendría
una función determinante en la semiología de la imagen al asumir
la totalidad del significado pictóricamente plasmado. La ausencia de
colores en este contexto específico, confiere al trazo y a la
composición un valor de acción narrativa despojada de elementos
indiciales.
Otra opción interpretativa podría ser que el recorrido inciático
desde Aztlan hasta México-Tenochtitlan fuera escencialemente
acromático y que, es precisamente cuando el águila se posa sobre el
nopal que aparecen los colores de la existencia manifiesta de la
nación mexica. La primera referencia explícita a elementos
cromáticos en el Códice Aubin, ocurre de hecho en este
momento con las plumas de xiuhtototl y tlauhquechol que yacen al pie
del tunal ya encumbrado por el águila.
Sea lo que fuere, es un hecho que la imagen del Códice
Boturini está desprovista de colores.
Tanto el aspecto material del documento como el trazo y la índole
expresiva del texto pictórico podrían hacer pensar que el hoy
llamado Códice Boturini es un documento genuinamente
prehispánico. En efecto, tanto el trazo como la composición parecen
de factura netamente indígena. De ser así, el carácter inacabado
que manifiesta podría deberse al hecho de que su elaboración
hubiera comenzado antes o en el momento de la conquista y hubiera
sido interrumpida por los determinismos históricos que prevalecieron
entonces. Sin embargo, algunos indicios permiten inferir que fue
pintado después de la conquista. En efecto, encontramos en el códice
algunos detalles pictóricos que sugieren una leve influencia
española.
- Los pliegues de las tilmas (tilmaxolochtli)
Se pintan los pliegues de las tilmas aunque de manera no sistemática.
Si consideramos otros documentos pictográficos nahuas cuyo origen
prehispánico es seguro, así como otros contextos expresivos de este
mismo códice, observamos que no se pintan los pliegues de las
tilmas. Este “realismo” en la ejecución remite a una perspectiva
en relación con lo pintado que no parece corresponder a la
“bi-dimensionalidad” de telar gráfico sobre el cual se urde un
relato pictográfico en tiempos anteriores a la conquista.
- Las cejas ( ixcuamolli)
La presencia de cejas encima de los ojos de los personajes podría
revelar también un realismo ajeno al pensamiento indígena en este
contexto específico. En efecto, los personajes pintados en los
códices prehispánicos no suelen tener cejas y cuando las tienen,
esta presencia expresa generalmente una relación simbólica con el
inframundo.
- La copa del árbol
El ahuehuete correspondiente a la estancia en Cuahuitl itzintla
(lámina III) presenta rasgos gráficos españoles, específicamente
en lo que concierne a la copa (ramas y hojas). En efecto, si
cotejamos esta representación del árbol con los ahuehuetes del
Códice Florentino
cuyo trazo está indudablemente influenciado por la pintura
occidental, observamos una clara semejanza.
- El tamaño del árbol
El extenso perímetro del árbol es un elemento
importante en las versiones orales y pictográficas de esta secuencia
narrativa. Su representación en la lámina III no es implícita (no
se representa un árbol grueso), sino que se refiere explícitamente
el grosor mediante una medida de longitud: la brazada
(tlanahuatectli)
y el numeral 5 (cinco puntos) vinculados con los brazos mediante una
línea continua. La precisión numérica (árbol de 5 brazadas, es
decir, aproximadamente 8.40 metros de perímetro) podría constituir
un préstamo ideológico-pictórico occidental pero podría ser
también una manera explícita indígena de expresar un gran tamaño
aun cuando el dato específico no tenga que ser “leído”.
- El muro de ladrillos
En la lámina XV, el glifo antroponímico que
refiere el nombre Tetepantzin, “muro de piedra” (en forma
reverencial), consta de un muro de ladrillos. Este material de
construcción es español, por lo que esta representación podría
considerarse como colonial.
- La bolsa xiquipilli: un saco de tipo español
En la lámina XXI, la bolsa tiene dos funciones
distintas. Refiere ideográficamente el numeral 8,000 y de manera más
directamente pictográfica, la bolsa en la que los mercenarios
mexicas de los Colhuaque deben meter las orejas de los prisioneros
xochimilcas capturados. Ahora bien, esta bolsa tiene el aspecto de un
saco de tipo español. La representación de una bolsa indígena
(como contenedor y no como referente pictórico del numeral 8,000)
aparece en la lámina XXII.
- Lámina XXI: un cambio brusco en la semiología del discurso pictórico
La discursividad pictórica que se manifiesta en
la lámina XXI del códice difiere notablemente de la que se observa
en las láminas anteriores. En dicha lámina el texto pictórico se
linealiza a la vez que se expresan detalles del relato que, hasta
este momento, no había sido objeto de tal precisión pictórica.
Remitimos a los comentarios de la lámina XXI para mayor información.
- El hecho de ser inacabado
Resultaría extraño que un documento genuinamente
prehispánico no hubiera sido acabado, o de ser así, se hubiera
conservado en este estado. La interrupción en la hechura del códice
corresponde más a determinismos coloniales de su reelaboración que
a una causa específicamente prehispánica.
Estos detalles y el hecho de que el códice seade
factura netamente prehispánica podrían ayudar a situar la
elaboración del códice en los primeros años de la colonia. Dicha
elaboración podría ser contemporánea o anterior a la realización
del Códice Mendocino,
cuya tercera parte contiene detalles que muestran una clara
influencia europea. Realizadas a partir de de originales indígenas,
a petición del Virrey Don Antonio de Mendoza, las dos primeras
partes de éste último: la genealogía de los tlahtoque mexicas y la
matrícula de tributos fueron pintadas en 1535, año en que llega el
primer virrey a México y 1553, fecha que figura en la última lámina
del códice. Es probable, sin embargo, que las copias (las dos
primeras partes) sean anteriores a la elaboración de la tercera
parte.
Los indicios gráficos que revelan una leve
influencia española en el códice no implican que éste no pueda
haber sido realizado en los primeros años de la colonia.
Si el Códice Boturini es un códice genuinamente
prehispánico en su espíritu pero elaborado después de la
conquista, ¿Quién entonces lo mandó elaborar, para qué y para
quién? Esta elaboración o reelaboración muestra el interés de
alguien por las “antigüallas” de los nativos, de alguien que
tuviera autoridad y recursos para realizar esta empresa.
El Virrey Don Antonio de Mendoza, a petición del
cual se realizó el códice antes mencionado que lleva su nombre,
podría haber solicitado que se hiciera también una copia de un
documento pictográfico indígena que refiriera la venida desde
Aztlan de los mexicas y la fundación de México-Tenochtitlan. De las
tres partes que conforman el Códice
Mendocino, dos son copias de un
documento indígena y la tercera es una secuencia etnográfica
elaborada específicamente para responder a la demanda del virrey, en
cuanto a usos y costumbres indígenas.
Ahora bien, si el Códice
Boturini es la copia de otro documento
pictográfico existente, como lo son las dos primeras partes del
Códice Mendocino,
dicha copia, como el mencionado códice, fue realizada para mostrarla
a alguien. En efecto, los cronistas religiosos o laicos podían
trabajar directamente con los originales que les traían los
indígenas, sin tener la necesidad de hacer una copia que resultara
costosa. Aun el virrey tenía acceso, cuando lo quisiera, a dichos
originales. Es probable por tanto que el Códice
Boturini fuera una copia que se iba a
mandar a España.
Esto podría también explicar el porqué no fue
acabado. Pues, si hubiese habido algún impedimento, la “muestra”
que constituía el relato pictórico de Aztlan a Colhuacan era
suficiente para que el destinatario (¿el rey de España?) se diera
una idea de la historia de los aztecas.
Sabemos que el Códice
Mendocino fue elaborado para ser
enviado a España con el fin de que el Emperador Carlos V pudiera
saber algo de sus sujetos. Podría haber pasado lo mismo con el
Códice Boturini
el cual habría sido elaborado para ser mandado a España. De ser
así, como lo indicamos anteriormente, la hechura del documento se
situaría entre 1535, año de la llegada del primer virrey a la Nueva
España, hasta algunos años después de su partida al Perú (1550).
EL Códice Mendocino
fue acabado en 1553 y el Códice
Boturini podría ser más o menos
contemporáneo.
Si su realización fuera más tardía, el Códice Boturini podría haber sido continuado
o iniciado en tiempos del segundo virrey Don Luís de Velasco.
Sabemos que este virrey pidió a Antonio Tovar Moctezuma
Ixtlilxóchitl, descendiente directo de las casas reales de México y
Texcoco, que escribiera Memorias y
descendencia de los Reyes mexicanos y
Memoria de la descendencia de los Reyes
de Texcoco, prueba de que se interesaba
en el pasado indígena de la Nueva España.
El tercer virrey Gastón de Peralta, Marqués de
Falces no parece haberse preocupado mucho, durante el año que estuvo
en el poder (1566-1567), por las antigüedades indígenas.
En cambio, el cuarto virrey, Don Martín Enriquez
de Almanza, quien estuvo en México de 1568 a 1580, se interesó de
cerca en la historia indígena anterior a la conquista. El jesuita
Juan de Tovar, en una carta dirigida al padre Joseph de Acosta afirma
lo siguiente:
El Virey Don Martín Enríquez, teniendo deseo de
saber estas antigüallas de este gente con certidumbre, mandó juntar
las librerías que ellos tenían de estas cosas y los de México,
Tezcuco y Tulla,
se las traxeron, porque eran los historiadores y sabios en estas
cosas. Embióme el Virey estos papeles y libros con el Doctor
Portillo, provisor que fue de este arzobispado, encargándome las
viesse y averiguase, haziendo alguna relación para enviar al Rey. Ví
entonces toda esta historia con caracteres y hieroglíficas que yo no
entendía.4
Puso luego manos a la obra para escribir una Historia:
Y assí fue necesario que los sabios de México,
Tezcuco y Tulla se viesen conmigo por mandado del mismo Virey, y con
ellos yéndome diziendo y narrando las cosas en particular, hize una
Historia bien cumplida, la qual acabada llevó el mismo Dotor Portillo,
prometiendo de hazer dos traslados de muy ricas pinturas, uno para el
Rey y otro para nosotros.5
El Códice Boturini
podría también haber sido un “traslado” como el que prometió
realizar el Doctor Portillo. En cuanto a Juan de Tovar (1540-1623)
sabemos que deja la canonjía del Cabildo de México en 1572 para
volverse jesuita. Es probable sin embargo, que hubiera comenzado sus
indagaciones a petición del virrey, desde 1568 o 1569, cuando
todavía estaba en el Cabildo.
En varias láminas del códice se observan
anotaciones en náhuatl que glosan una escena, un glifo antroponímico
o toponímico, u otro elemento pictórico. Muchas de estas
anotaciones son difíciles de leer ya que se borraron con el tiempo y
algunas fueron tachadas en el momento mismo en que se realizaban.
Corresponden a una lectura del documento realizada en el siglo XVI.
En efecto, un examen paleográfico muestra que la escritura es típica
de este siglo.6
Lámina I
En la parte superior de la extensión de agua que rodea la isla de Aztlan se lee:
Auh hualaque ca çan Chicomoztoc
“y (de donde) vinieron, pues sólo de Chicomoztoc”
Encima del glifo de año 1-Pedernal leemos:
Ipan hualaque ce tecpatl
“vinieron en (el año) uno pedernal”
Encima del monte Colhuacan figura la indicación manuscrita: Colhuacan.
Una anotación podría además haberse borrado debajo de la isla, dentro del lago.
Lámina II
Por encima de los glifos antroponímicos de los teomamaque o portadores del dios figuran sus nombres respectivos, manuscritos:
Es interesante observar que la persona que glosa
los glifos antroponímicos no refiere el nombre del personaje
(excepto en el caso de Cuauhcoatl) sino que hace una lectura
“literal” del glifo. De izquierda a derecha, lee Chimalli
“escudo” en vez de Chimalman; lee Quetzalapanecatl o Quetzalatl
“agua verde o preciosa” o por el tocado de plumas de quetzal y el
agua que brota de él, en vez de Apanecatl; lee Cuauhcoatl
“serpiente-águila” ya que el significante pictórico coincide
con el significado sin ambigüedad semiológica; lee simplemente
como coatl
“serpiente” el glifo de Tezcacoatl (o tezcacoacatl).
Más que una variante significativa en el nombre
de los personajes, estas anotaciones parecen corresponder a una
modalidad simplista de lectura que describe el significante
pictórico sin relacionarlo con el significado. Esta lectura se
podría explicar de distintas maneras:
Lámina III
Dos grupos de anotaciones figuran debajo de los
dos grupos reunidos en la lámina III. Unos números (con la misma
tinta) aparecen también en la parte inferior de dicha lámina: 401,
52, 54.
Debajo de los personajes que están a punto de
comer figura la glosa alfabética siguiente:
Oncan oc quitlalique.
“Allá todavía (lo) dispusieron”.
Abajo del grupo que escucha las palabras del dios,
parece estar escrito lo siguiente:
Oncan quintlanotza yn inteouh
(intecuh)
“allá les habla (o los embruja) su dios (su señor)
Números que figuran abajo:
401, 52 y 54.
Estos números podrían ser totalmente ajenos al
contexto mítico-histórico de la lámina o del códice. Sin embargo
es probable que correspondan a un cálculo efectuado por el mismo
anotador ya que la tinta parece ser la misma que la de las
anotaciones.
Resulta difícil establecer a qué corresponden
dichos números, en el contexto de una glosa del códice. Proponemos
sin embargo la siguiente hipótesis:
El o los lectores del códice podrían haber
estimado el tiempo que los separaba de la salida de Aztlan, el año
1-Tecpatl:
1168, en el momento de la lectura. De ser así, ésta se situaría en
el año 1569 (1569-1168 = 401), fecha posible ya que sabemos que una
parte del Códice Aubin,
estrechamente relacionado con el Códice
Boturini, se terminó de elaborar en
1576.
En cuanto a los números 52 y 54 situados debajo
de 401, podrían no tener un simbolismo numérico directamente
vinculado con la historia y remitir a algo ajeno a las circunstancias
del acto de lectura. Sin embargo, el exponente numérico 52 siendo
relevante en un contexto calendárico indígena prehispánico,
conviene considerarlo detenidamente.<
Si suponemos que dicho número está relacionado
con la salida de Aztlan en la fecha 1-Tecpatl
correspondiente al año cristiano: 1168, 52 años podrían contarse a
partir de esta fecha. Llegaríamos, según nuestro códice, al año
13-Acatl,
correspondiente a la estancia en Atlitlalacyan. Según el cómputo de
la Historia de los mexicanos por sus
pinturas,7
la fecha 13-Acatl
corresponde a la creación del sol y de la luna. Es lo que propone
también la Piedra del Sol. Este cómputo de 52 años a partir de
1-Tecpatl
parece lógico, aun cuando no corresponde a un lapso entre dos
ataduras de años.
En cuanto a 54, el número que figura abajo de
52, podría remitir dos años después, a la fecha 2-Calli,
fecha muy importante aunque no precisamente en esta etapa de la
Peregrinación, ya que corresponde a la fecha del portento del tunal,
unos 156 años más tarde.8
Es factible que los números 52 y 54 fueran parte
de una reflexión y un cálculo por parte de los anotadores y que
remitan a las fechas antes nombradas como parte de dicha reflexión.
Lámina IV
No tiene glosas alfabéticas.
Lámina V
Debajo de los dos montes figuran los nombres de
los lugares, respectivamente:
Cuextecatl ychocayan
y Cohuatl ycamac.
Lámina VI
-Líneas que vinculan los glifos calendáricos
A partir de la lámina VI y a lo largo de todo el
códice se observa una línea continua que vincula los glifos
calendáricos para establecer la sucesión de los años y la
cronología de la lectura. Estas líneas son contemporáneas a las
anotaciones alfabéticas.
Las láminas VI, VII, VIII, IX y X no tienen glosas alfabéticas.
Lámina XI
Debajo de lo que parece ser el glifo de Xaltocan
figura la glosa Azcapotzalco.
Aun cuando el glifo toponímico es ambiguo ya que la araña (tocatl)
se puede confundir con una hormiga (azcatl),
la glosa parece constituir un error de apreciación por parte del
lector indígena.
Debajo de la canoa con el remo se lee el
toponímico Acalhuacan.
Lámina XII
La indicación Ecatepec
figura abajo del glifo toponímico correspondiente mientras que
ninguna glosa alfabética remite a Tolpetlac.
Lámina XIII
Se lee Cohuatitlan
abajo del glifo toponímico correspondiente a Cohuatitlan.
Lámina XIV
La glosa Tecpaiocan
figura abajo del monte correspondiente a este asentamiento.
Lámina XV
La indicación “pantitlan”
figura abajo del glifo toponímico del lugar. Amalinalpan no es
objeto de una glosa.
Lámina XVI
Como en la lámina anterior la anotación
pantitlan
figura abajo del glifo correspondiente mientras que el otro glifo
toponímico, en este caso Acolnahuac no fue glosado. Es interesante
observar que la grafía de esta anotación difiere ligeramente de la
anterior y podría haber sido escrita por otro tlahcuilo
o escriba.
Lámina XVII
No tiene glosas alfabéticas.
Lámina XVIII
La anotación atlacuihua(yan)
se encuentra abajo del glifo toponímico. La palabra yaotl
“enemigo” figura debajo de dicha anotación.
En la parte derecha de la lámina, el nombre del
lugar: Chapultepec está alfabéticamente anotado abajo del monte.
Lámina XIX
No tiene glosas alfabéticas.
Lámina XX
Una indicación alfabética figura encima de los
glifos antroponímicos y/o de los personajes representados en la
lámina.
Las láminas XXI y XXII no tienen glosas alfabéticas.
-¿Cuándo, por quién y para qué fueron realizadas las anotaciones?
Como ya lo expresamos, por las características
paleográficas que presentan, las anotaciones alfabéticas que
figuran en algunas láminas del Códice
Boturini, fueron efectuadas en el siglo
XVI. Un indígena hablante del náhuatl y conocedor de la escritura
alfabética consignó lo que sabía o lo que le decía un informante
en respuesta a las preguntas de una o varias personas que intentaban
“leer” o por lo menos decriptar el documento pictográfico.
Por algunas pequeñas variantes que se perciben
en la grafía, las anotaciones parecen haber sido realizadas por dos
tlahcuilos
o escribanos distintos. Las anotaciones correspondientes a las dos
estancias en Pantitlan, por ejemplo, manifiestan diferencias en
cuanto a la escritura; muestran dos estilos ligeramente distintos
dentro de una misma tendencia paleográfica, propia del siglo XVI.
Dichas anotaciones corresponden sin duda a un
estudio o una simple lectura del documento, realizados después
de que hubiera sido elaborado el códice.
¿Quién realizaba entonces este estudio? Una
persona evidentemente interesada en el pasado de los indígenas, es
decir, un cronista indígena, mestizo o eventualmente español, pero
que contaba con la asistencia de un tlahcuilo
o un tlamatini indígena.
Este estudio también pudo haber sido comparativo
al cotejar un relato oral transcrito alfabéticamente con el Códice
Boturini, consignando asimismo, en
algunas partes, las correspondencias.
Las anotaciones de las láminas I y II, más que
glosas parecen corresponder a fragmentos de un texto oral que bien
podría resultar de la lectura del códice por un informante o
pertenecer a una versión oral homóloga (quizás ya transcrita
alfabéticamente) que se aducía para explicar el texto pictográfico
a la vista.
Numerosos son los estudiosos potenciales del CódiceBoturini
que podrían haber dejado estas anotaciones sobre el documento. Juan
de Tovar es uno de ellos. Tezozómoc, Chimalpain, Torquemada,
Ixtlilxóchitl, Cristóbal del Castillo, podrían también haber
consultado el Códice así como los que elaboraron los manuscritos
Códice Aubin, Manuscrito 85, Manuscrito 40
y otros, desconocidos, cuyo texto se perdió o nunca se llegó a
redactar.
Sendos documentos podrían haber sido elaborados a partir de los
mismos originales, una fuente manuscrita o pictórica de la
Peregrinación y unos anales históricos, en momentos
distintos, o bien haber sido transcritos con base en un documento
original único que ya contuviera los dos géneros gráficos.
Una relación formal que atañe al diseño de los manuscritos,
vincula los Manuscrito 85, y Manuscrito 40 entre sí,
mientras que documentos anteriores parecen haber sido comunes al
Manuscrito 40 y al Códice Aubin, ya sea directamente o
mediante un documento que los reuniera, por lo menos por lo que toca
a la historia prehispánica de los mexicas.
En lo que concierne a los textos en sí, existen pocas variantes
entre el Manuscrito 85 y el Códice Aubin mientras que
el Manuscrito 40 proporciona datos adicionales, manifiesta una
discursividad un poco más rica y contiene muchos errores. Ni el
diseño, ni la tipología de las variantes y de los errores permiten
establecer que uno de los tres documentos constituyera la fuente a
partir de la cual se realizaron los otros dos.
El primer error debe probablemente a la confusión del copista con
otra respuesta ca ye cualli que aparece anteriormente en el
manuscrito cuando los aztecas están todavía en Colhuacan. Es
posible que el copista haya confundido la respuesta de los barrios.
En cuanto al segundo error se debe quizás a una mala ubicación del
copista en el momento de reiniciar la transcripción del texto de un
documento anterior al Manuscrito 40. La referencia calendárica
fue probablemente lo que indujo el copista a cometer el error. En
efecto, en el ciclo temporal náhuatl la misma fecha se repite 52
años después. En el caso aquí señalado la fecha [2-Tecpatl]
correspondiente a la segunda estancia en Pantitlan, a partir de la
cual el copista debería haber continuado su transcripción, fue
confundida con el 2-Tecpatl correspondiente a la llegada de
los mexicas al centro de la laguna. Este tipo de error sugiere que el
documento anterior era probablemente también un mansucrito
alfabético ilustrado ya que es más fácil extraviarse en un texto
manuscrito que en un documento pictórico.
El hecho de consignar ce xihuitl, “un año” por ce
cihuatl, “una mujer”, revela también un error de lectura de
la transcripción alfabética de una palabra. En efecto, es poco
probable que esta versión constituya una variante a nivel de los
contenidos ya que no se integra al contexto gramatical y semántico
de la secuencia. Si suponemos que la palabra cihuatl no
estaba claramente escrita, la confusión con xihuitl es
posible para un copista que, visiblemente, no seguía de cerca la
narración que transcribía.
Por otra parte, la información referente a la mujer mimixcoa
que contiene el Manuscrito 40, según el cual su nombre es
Chimalma, no aparece en otros documentos ya sean pictóricos o
verbales. Caben aquí dos interpretaciones:
Ahora bien, si ningún documento pictórico o verbal, salvo el
Manuscrito 40, indica que la mujer mimixcoa se llama
Chimalma, las ilustraciones del Códice Aubin correspondientes
a esta secuencia del relato propician, como ya vimos, esta confusión.
En ellos, la teófora Chimalma y la mujer mimixcoa están
representadas de manera idéntica. La ilustración del Manuscrito
40 confirma lo que dice el texto ya que la mujer mimixcoa
ostenta el glifo antroponímico de Chimalma.
El Manuscrito 40 no puede, por razones antes aducidas, haber
sido realizado a partir del Códice Aubin pero podría haber
sido transcrito a partir de un documento alfabético ilustrado más
antiguo que, a su vez, habría servido de modelo a los tlahcuiloque
que elaboraron el Códice Aubin. Vimos que ambos manuscritos
tienen una fuente o fuentes comunes en lo que concierne a sus dos
primeras partes, por lo que esta explicación es plausible.
La fuente común a estos dos manuscritos, en la parte
correspondiente a la Peregrinación, podría haber sido un
libro pictórico indígena anotado, aunque esta posibilidad es algo
remota ya que la diosa madre: Chimalma, y el ente selénico, la mujer
mimixcoa, deben probablemente distinguirse para que se
construya el sentido mitológico de la historia.
Un documento alfabético ilustrado, quizás de factura pobre por lo
que se justificó su reelaboración, podría haber sido el eslabón
entre el original indígena anotado, y el Manuscrito 40 y el
Códice Aubin. Su transcripción en sendos documentos se hizo
quizás en presencia de un informante, lo que explicaría la
existencia de variantes discursivas que modificaron ligeramente el
texto original transcrito.
El tercero de los manuscritos aquí analizados, el Manuscrito 85,
mutilado e incompleto, contiene un texto muy parecido al del Códice
Aubin. Una variante que constituye probablemente un error de
lectura: Icçotitlan en vez de Contitlan, muestra que
un texto alfabético existía en el documento a partir del cual se
elaboró. La presencia de nasales inecesarias en las palabras del
texto revela también, por otra parte, que la historia se transcribió
probablemente a partir de la voz del lector-informante quien
“nasalizaba” su texto, o que el copista (si no hubo un informante
presente en el momento de la transcripción) hablaba una variante
dialectal o idiolectal del náhuatl con una marcada tendencia a
nasalizar las vocales.
- ¿Una o tres lecturas de un libro pictórico anotado?
Sea que cada uno de los manuscritos aquí considerados haya tenido
una o varias etapas intermedias de transcripción, el texto original
proviene, en cada caso, de la lectura de un libro indígena,
posiblemente ya anotado. En efecto, la tipología tanto de las
variantes discursivas y narrativas como de los errores u omisiones
indica que el (o los) documento(s) original(es) a partir del (o de
los) cual(es) se redactaron las historias contenía(n) a la vez
imágenes y textos alfabéticos. Es además probable que en el
momento de la transcripción en el primer recipiente alfabético
(distinto de aquél en que las anotaciones figuraban en la imagen),
diferentes informantes aportaran datos específicos y leyeran, cada
quien a su manera, el conjunto de imágenes y de palabras
manuscritas.
Como ya lo hemos mencionado, nos limitaremos a
presentar en el siguiente capítulo, la versión facsímil del Códice
Aubin, la única que cubre la gesta
mexica sin interrupción desde Aztlan hasta México-Tenochtitlan. La
paleografía del texto así como su traducción se encuentra en la
Tercera Parte dedicada a la lectura comentada del Códice
Boturini, así como en la cuarta parte
en la que se propone una reconstrucción pictórica de la parte
faltante.
Desde principios del siglo XVIII el Códice
Boturini ha sido reproducido varias
veces pero nunca en una edición facsimilar.
1824. Reproducción
litográfica al tamaño del original por William Bullock, con nota
explicativa en la que se indica que “fue el emperador Moctezuma
quien ordenó la ejecución del documento antes de la Conquista y que
lo obsequió después a Cortés”.
1831. Basado
en la reproducción de William Bullock,
Lord Kingsborough publica el códice en su obra Antiquities
of Mexico.
1844-1846. -Reproducción
en tamaño reducido en la Historia
Antigua de México y su conquista de
William Prescott, con interpretación de Isidro Gondra en un rubro
intitulado “Viaje de los Aztecas desde Aztlan”.
-Reproducción publicada por Aubin que contiene ya
referencias lingüísticas nahuas.
-Reproducción integrada en la obra “Historical
and statistical Information of the Indian tribes of the United
States”.
1857. Antonio
García Cubas reproduce, en tamaño reducido, la “Tira de la
Peregrinación” en su Atlas Geográfico
Histórico bajo el título: “Cuadro
Histórico geográfico de la Peregrinación de las tribus aztecas que
poblaron el valle de México” con explicaciones de don José
Fernando Ramírez.
1882. El
licenciado Eustaquio Buelna reproduce también este documento en
tamaño reducido en su obra Peregrinación
de los Aztecas y Nombres geográfico Indígenas de Sinaloa.
1884. Alfredo
Chavero realiza un análisis de la Tira de la Peregrinación en el
tomo II de la obra magna de Vicente Riva Palacio México
a través de los siglos.
1939. Rafael
García Granados ilustra su artículo “Prehispanic Manuscripts of
Mexico” con la Tira de la
Peregrinación.
1943. Salvador
Mateos Higuera, profesor a cargo del Salón de Códices del Museo
Nacional de Arqueología, reproduce la Tira
de la Peregrinación.
1944. La librería
anticuaria G.M. Echaniz publíca la tira en la obra Tira
de la Peregrinación Mexica, cuyo
estudio introductoria se presentó en inglés y español.
1964. Por
primera vez el Códice Boturini
se publica a partir del original conservado en el Museo Nacional de
Antropología, en la obra Antigüedades
de México, basado en la recopilación
de Lord Kingsborough y con un estudio interpretativo de José Corona
Núñez.
1975. La
secretaría de Educación Pública edita una reproducción del Códice
Boturini con un estudio introductorio
de la profesora Consuelo Martínez de Cuero, dentro de la “Colección
de documentos conmemorativos del DCL Aniversario de la fundación de
Tenochtitlan”.
1999.
Reproducción comentada de la Tira de la
Peregrinación por Joaquin Galarza y
Krystyna Libura.
2007. La revista
Arqueología Mexicana
publica el facsímil de la Tira de la
Peregrinación (Códice Boturini) con
estudio introductorio y análisis de láminas a cargo de Patrick
Johansson.
1 “Historia Mexicana” en Catalogo del Museo Indiano, p. 10.
2 “Inventario de los documentos recogidos a Don Lorenzo Boturini por orden del gobierno Virreinal”, en Anales del Museo Nacional, tomo III, 5ª. época-1.
3 “Un hermoso manuscrito azteca de maguey, en 21 láminas u hojas, sobre las cuales son descritas las migraciones de este pueblo extraordinario; es conocido en México como el más perfecto y valioso de este tipo”. Cf. Códice original de la Colección de la Biblioteca Nacional de Antropología de México, No. Cat. 35-38.
4 Manuscrito Tovar, p. 3-4.
5 Ibid.
6 Comunicación personal con el especialista en códices y paleógrafo, Dr. Baltazar Brito Guadarrama.
7 Cf. Teogonía e Historia de los Mexicanos por sus pinturas, p. 35.
8 Ésta última (1325) corresponde a la fundación de México-Tenochtitlan en varias fuentes.